La ciencia y la tecnología en el contexto del siglo XIX

Introducción


Para la descripción de una época, es común recurrir a etiquetas que nos permitan delimitarla y que nos sirvan como acicate para penetrar en sus significados históricos. Sin embargo, para no quedar en meras superficialidades al aplicar esta especie de fórmulas para la aprehensión de un momento histórico, debemos evitar que se aísle un aspecto particular del acontecer humano e impedir que se escondan las complejidades inherentes de las realizaciones humanas, las cuales por lo general son resultado de sutiles imbricaciones multifactoriales. La ciencia misma que solemos identificar con el esfuerzo humano para penetrar, de manera objetiva, los secretos de la naturaleza, es en realidad, un fenómeno sociocultural complejo. Por eso, aunque nuestro interés en este escrito es referirnos a cuestiones que tienen que ver, fundamentalmente, con el devenir de las ciencias físicas del siglo XIX, lo haremos bajo la perspectiva de que ningún desarrollo científico se da en el vacío, que la forma de los conceptos tiene un marco social, que también hay un despliegue tecnológico, económico
y político, y que todo debe entenderse a la luz de las circunstancias culturales de la época (Baracca 287-288).
Con esto en mente, podemos empezar por reconocer que es en el siglo XIX, en el mundo occidental, cuando se vive un proceso de consolidación de una sociedad secular heredera de la Ilustración, la cual pretende sacudir viejos autoritarismos y que responde a nuevos ideales de libertad y de progreso. En esta, la ciencia se va convirtiendo en un elemento central de una cosmovisión, que va dejando de lado, o al menos marginando, otras expresiones culturales, y que empieza a jugar un papel preponderante en el impulso del hombre, no sólo por entender su lugar en el mundo, sino por transformarlo, explotando las fuerzas de la naturaleza para subeneficio. Se trata de una época definitoria en el sentido de un periodo de institucionalización de la ciencia, sobre todo de la física, y de su evolución como una profesión reconocida socialmente que fue poco a poco forjando una íntima conexión con el progreso industrial y tecnológico, proceso que jugó un papel central en la configuración de la vida moderna

La ciencia y la tecnología entraron en una estrecha interacción durante el siglo XIX. Hacia la segunda mitad del siglo XIX, la ciencia estimuló muchas invenciones conduciendo al crecimiento de tecnologías e industrias basadas en la ciencia, como en el caso de la electricidad y la química. 
El siglo XIX produjo grandes avances en las tecnologías de transporte, construcción y comunicaciones. El motor a vapor, que había existido en su forma moderna desde el  siglo XXIII se aplicó al barco de vapor y al ferrocarril. El telégrafo también se empleó por primera vez con resultados prácticos en el siglo XIX. Otra tecnología que vio la luz en el siglo XIX fue la lámpara incandescente. En el  astillero de Portsmouth fue donde, al fabricar poleas para embarcaciones completamente mediante maquinas se inició la era de la producción en masa. Las maquinas herramientas se empezaron a emplear para fabricar nuevas máquinas en la primera década del siglo, y sus principales investigadores fueron Richard Roberts y Joseph Whitworth. Los barcos de vapor finalmente se fabricaron completamente de metal y desempeñaron un papel de importancia en la abertura del comercio en Japón, China y Occidente. Charles Babbage concibió la computación mecánica, pero logro que diera frutos. La segunda revolución industrial de finales de siglo XIX vio el rápido desarrollo de las tecnologías química, eléctrica, petrolífera, y del acero y su conexión con la investigación tecnológica. 















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